21.7.08

EL PRÍNCIPE DRAGÓN


En la corte de Leonor de Aquitania tuvieron lugar en el alta Edad Media los más renombrados torneos de poesía de toda Francia, Allí acudían los mas exquisitos trovadores para demostrar su arte, y una vez al año se nombraba al vencedor de esta justa poética.

En una ocasión, fue declarado ganador un joven desconocido y bien parecido, que se negó a dar su nombre y a indicar su procedencia pese a los ruegos de la propia Leonor. El aura del misterio que envolvía al anónimo trovador, unido a su gentileza y apostura, lo convirtieron rápidamente en uno de los favoritos de las damas del lugar. Griselda, una doncella joven y soñadora; hija menor del señor de Fcix, se enamoro apasionadamente del caballero y le declaro su amor. Ante los ruegos de la joven, el trovador accedió a desposarla en secreto y llevarla consigo a su moreda, pero con la condición expresa de que Griselda no debía intentar verlo más que en ocasiones que el mismo se mostrara, y que no debía indagar nunca su secreto.

La enamorada dama prometió sin dudarlo que cumpliría con la extraña condición. Todo le parecía poco con tal de poder permanecer junto a su marido.

Una noche, la joven Griselda se había quedado dormida en brazos de su amor en el castillo de Leonor de Aquitania, donde residía, y al abrir los ojos se encontró en una estancia que no conocía. Era un lugar lujoso, adornado con sedas y piedras preciosas, y junto a ella hallaba su esposo, que le sonreía con gentileza.

-Estás en mi morada, que te pertenece -le dijo el trovador-. Puedes dar ordenes a mis sirvientes, y hacer y deshacer lo que gustes. Dispones de cuadras con caballos, monteros y azores para cazar, y puedes entrar y salir a tu antojo. Eres mi dama, y todo lo mío es también para ti. Tienes doncellas prestas a servirte en lo que desees, bailarinas y músicos para solazarte, joyas y sedas para ataviarte. Si algo te falta, dímelo y te lo proporcionaré.

-Nada deseo más que el amor de mi señor
-respondió la joven, deslumbrada.
-Bien, amor mío, pero recuerda tu promesa.

La bella Griselda, llena de felicidad, sello su conformidad lanzándose a los brazos que le tendía su amante esposo.

Durante un tiempo, la dama cumplió el trato y se sintió en un autentico paraíso. El caballero trovador, siempre gentil y enamorado, pasaba la mayor parte del tiempo con su esposa. Sólo de vez en cuando desaparecía en una estancia cerrada, y ella, fiel a su promesa, no preguntaba nada. Sin embargo, la curiosidad iba poco a poco haciendo mella en su espíritu. Un Día, dejando a un lado su promesa, decidió conocer el secreto de su amante caballero. Se acercó con sigilo a la puerta de la estancia prohibida, que había quedado entreabierta, y espió por una rendija. Horrorizada, vio entonces cómo el trovador se transformaba en un enorme Dragón de verdes escamas y poderosas alas, y no pudo reprimir un grito de espanto. El Príncipe Dragón se volvió al punto, y vio a la aterrorizada esposa en el umbral.

Dolido por la tracción de su amada, el caballero hizo que sus sirvientes llevaran a Griselda de vuelta a la corte Aquitania, y nunca más se volvió a saber de él.

La dama no pudo olvidar a su amado, y ni un solo dia dejo de rememorar los meses de felicidad pasados junto al gentil Dragón.

Llena de arrepentimiento y tristeza, escribió su aventura en forma de relato. Así a llegado hasta nosotros el conocido cuento del Príncipe Dragón.


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