25.6.08

EL MITO DEL UNICORNIO ALREDEDOR DEL MUNDO


El unicornio solía figurar en las narraciones orientales bajo diferentes aspectos, pero siempre asumiendo un papel mágico y extraordinario. Identificado con la sabiduría, la realiza y la virilidad, Confucio, Alejandro Magno y Genghis Kan entraron a formar parte de su leyenda.

El unicornio Chino, el k’i-lin, era galante heraldo del buen hado, símbolo de mansedumbre y felicidad. Esta apacible criatura era considerada señor de la lluvia y permanecía escondida en las regiones del centro de la tierra mientras reinara la guerra, la ambición y la maldad. Sin embargo, el karkadann –como lo denominaba los árabes- pasaba por ser un fiero luchador capaz de ensartar a los elefantes con su cuerno y, al mismo tiempo, adormecerse con el gorjeo de las palomas. Se nutría del rocío y los hombres sabían que iban a encontrarse con él porque antes, se topaban de frente con su propia sombra.

La leyenda del unicornio penetró en el mundo occidental en el siglo IV a. de C. de la mano de Ctesias, médico griego de la corte persa de Artajerjes II que incluyó en sus memorias –hoy perdidas- noticias de segunda mano sobre los asnos salvajes de la India provistos de un cuerno en la mitad de la frente que, convertido en vasijas, inmunizaba contra los venenos. Este breve fragmento corrió como la pólvora y pronto Aristóteles, Filóstrato, Eliano, Estrabó o Plinio el Viejo lo aceptaron sin recelo. El unicornio comenzaba así su carrera triunfal que, curiosamente, se vería por un acontecimiento de carácter religioso.

Tampoco España pudo escapar al influjo de la leyenda del unicornio. En su enciclopedia “Etimologías”, el obispo visigodo Isidro de Sevilla recogió noticias sobre la mítica bestia, atribuyéndole una significación cristiana al identificarla con una imagen del Salvador. Enigmática es también la primera representación en este país, procedente del anónimo artista románico autor del “Tapiz de la Creación” , conservado en la catedral de Gerona, que muestra a Adán en el acto de nombrar a los animales y en primer lugar a un unicornio.

Y aunque en el acto IV de “La Celestina” se exalta al unicornio como animal piadoso, los bestiarios catalanes medievales destacan su ferocidad e identifican a la bestia con el hombre y malvado que únicamente puede ser vencido por Jesucristo, hijo de una Virgen.

No tardaría, sin embargo, en recuperar el prestigio perdido para dar nombre a un caballero en “El Quijote”, y el mismo Cervantes alude en La española Inglesa –una de las “ Novelas Ejemplares” - al “polvo del unicornio” como eficaz contraveneno. Así lo cuenta Sánchez Dragó, haciéndose eco de Nicolás Tenorio: “Para las enfermedades de la piel funciona de maravilla el agua de alicornio, que se obtiene derramando algunas gotas a través del anillo de marfil colgado al cuello de las criaturas en fase de dentición”,

No menos prodigiosa resulta la leyenda del oricuerno, recogida en tierras de Cuenca por Rodríguez Almodóvar, que resume una variante del mito de la doncella y el unicornio: su cuerno posee la insólita de transformar a la moza en varón. Algo digno de una criatura a quien llamó García Lorca en su Romancero Gitano, “unicornio de la ausencia”.

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