13.2.08

SALEM LA CAZA DE BRUJAS

La caza de brujas ha sido y es una constante dentro de las sociedades, sean éstas del tipo que sean. Desde las ejecuciones de 1692 en Salem pasando por la caza de brujas del senador McCarthy de los 50, nunca han dejado de existir.

Creen en el diablo y además se apoderan de los cuerpos y mentes. Esto es lo que durante la baja Edad Media se pensaba de brujas y herejes. En el siglo XV el famoso Malleus Malleficarum o Martirio de las brujas incorpora al canon eclesiástico la existencia de las brujas y autoriza su exterminio. A partir de ahí todo podía suceder.

En enero de 1692, en Salem, Massachussets, tuvo lugar una de las más famosas matanzas de este tipo. Elizabeth Parris y su prima Abigail, un par de inocentes niñas, cayeron enfermas por algún extraño motivo.

El reverendo Samuel Parris, padre de la joven Elisabeth, consultó con varios médicos la extraña enfermedad de las niñas. Convulsiones extrañas, gritos desgarradores y, en ocasiones, pérdida del habla o la vista eran algunos de los síntomas.

Para colmo el mal se extendía a otras jóvenes amigas de las chiquillas y el único diagnóstico al que llegaban los numerosos médicos que las examinaron era que la causa debía ser la brujería.

Lo que en realidad sucedía era bastante diferente a la versión dada por los doctores. Tituba, una esclava de las Antillas que se encargaba de cuidar a las inquietas niñas, inventaba todo tipo de distracciones para ellas.
Uno de los entretenimientos que utilizaba la cuidadora de las niñas era el de contarles historias de miedo que las pequeñas disfrutaban oyendo sin considerarlas malignas. El contarles este tipo de historias unido al hecho de que, según el reverendo Parris, el marido de Tituba preparaba pastel de brujas elaborado con pan de centeno y orina de niño desató el pánico en una sociedad que ante todo era puritana.

Las niñas se asustaron tanto al ser interrogadas que acusaron a Tituba, a una mujer deficiente mental del pueblo y a Sarah, otra mujer inválida que vivía con un hombre sin haberse casado. A partir de entonces se descubrían brujas nuevas al cruzar cada esquina. Incluso el reverendo George Burroughs, antiguo ministro del pueblo, fue señalado como el jefe de las brujas. En siete meses fueron ejecutadas 13 mujeres y 7 hombres y arrestadas otras 200. Ninguno de los ajusticiados fue quemado en la hoguera como muchos piensan pero sus muertes fueron tan crueles como la de morir aplastado entre piedras.

Cuatro años después de los juicios de Salem los jurados firmaron un confesión de error y suplicaron clemencia.Dieciocho meses después de haberse iniciado la feroz cacería el gobernador William Phips perdonó a todos los sospechosos de brujería que todavía no habían sido ejecutados e indultó a los muertos. El poder de la fe de las víctimas fue lo que llevó a que tuviesen lugar esta serie de lamentables sucesos y no ningún fenómeno sobrenatural. De lo que pasó con las denunciantes de los juicios de brujas poco se sabe. Según fuentes del siglo XVII todas ellas cayeron en el desprestigio y tuvieron un mal final.

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